Qué es la fitoterapia
La fitoterapia consiste en el tratamiento de enfermedades a través de las especies vegetales y sus derivados. Esta ciencia nació casi con el hombre, ya que “desde la prehistoria éste ha aprendido a reconocer las plantas útiles para curar y ha transmitido ese conocimiento primero de forma oral y luego escrita”, indica Teresa Ortega, profesora titular del Departamento de Farmacología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.
Prueba de ello son varias tablillas encontradas en Mesopotamia y papiros egipcios que recogen datos sobre la preparación de remedios basados en especies vegetales como la goma arábiga o el aloe. El conocimiento sobre las plantas y sus propiedades se fue extendiendo y alcanzó su máximo exponente en las medicinas tradicionales china e hindú.
Y es que las plantas medicinales no sólo son tejidos vegetales, ya que sus células esconden compuestos químicos con capacidad terapéutica. “Todas las civilizaciones han empleado las plantas medicinales para curarse y ésta ha sido la única forma terapéutica hasta el siglo XVIII. A partir del siglo XIX empiezan a aislarse los primeros principios activos de las plantas y la síntesis sistemática de moléculas relegó a la fitoterapia a un segundo plano”. Las técnicas analíticas y de laboratorio permitieron conocer los principios activos y aportaron una base científica que explicó por qué algunas plantas eran empleadas tradicionalmente en la curación de enfermedades. Asimismo, la síntesis facilitó la elaboración de fármacos eficaces y la aplicación de dosis precisas. De hecho, gran parte de los fármacos actuales derivan de compuestos procedentes de plantas medicinales.
Sin embargo, en los últimos treinta años ha renacido la importancia terapéutica de las plantas, bien motivada por una necesidad científica o por el deseo de volver a ‘la naturaleza’. De esta manera comenzaron a realizarse nuevos análisis de las plantas tradicionalmente empleadas en la curación de patologías y se iniciaron numerosos ensayos clínicos para conocer su aplicación.
En la actualidad las plantas medicinales tienen un uso terapéutico directo e indirecto. El uso indirecto consiste en el empleo de las plantas para la obtención de moléculas activas que puedan ofrecer modelos químicos en la síntesis de nuevos fármacos. Es el caso de la hoja de digital (Digitalis spp.), que es la fuente de la digoxina empleada en el tratamiento de la insuficiencia cardiaca.
La utilización directa consiste en lo que hoy conocemos como fitoterapia, es decir, la aplicación terapéutica de fármacos obtenidos directamente de plantas medicinales pulverizadas o extractos sencillos, pero que no son compuestos químicos aislados. “De esta manera nos encontramos con una especialidad farmacéutica con un elevado número de componentes químicos, mientras que los fármacos convencionales tienen entre uno y tres principios activos, no más”.
Los fitofármaos están indicados en el tratamiento “de procesos leves y enfermedades crónicas no severas. “La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda su uso e indica que es la única forma de terapéutica para países del Tercer Mundo”, explica Ortega.
¿Las plantas tienen efectos secundarios?
Las plantas medicinales son fármacos y como tales cuentan con efectos adversos si su administración no es controlada o se aplican en patologías para las que no están indicadas.
Al igual que ocurre con los fármacos convencionales, los principios activos de las plantas medicinales se unen a diferentes estructuras del organismo modificándolas. Si bien la concentración de estos principios suele ser baja en las plantas, también pueden producir cierta toxicidad o efectos no deseados. “En el producto fitoterapéutico hay un cóctel de principios activos y su efecto dependerá de la suma o la resta de la acción del conjunto de estos principios. Se trata de un efecto sinérgico, de manera que se puede producir una potenciación de acciones o una resta de las mismas. Por lo tanto, las plantas deben emplearse como fármacos que son, con sus efectos beneficiosos y contraindicaciones”.
No obstante, la concentración limitada de principios activos hace que los efectos tóxicos sean menores y menos frecuentes que los de los fármacos de síntesis. Esto hace que los fitofármacos sean una buena alternativa en los trastornos leves en los que los fármacos convencionales no son eficaces o no son bien tolerados. Asimismo, puede complementar las terapias de enfermedades graves y sustituir a las empleadas en la prevención de afecciones leves, especialmente del aparato respiratorio, digestivo, genitourinario y dermatológico.
Escasa información
El principal problema al que se enfrenta la fitoterapia es la falta de información sobre la utilidad de las plantas medicinales y sus interacciones con otros fármacos, y este desconocimiento se presenta tanto en el paciente como en el profesional sanitario. “La búsqueda de alternativas terapéuticas naturales ha hecho que la población piense que todo lo ‘natural’ es bueno y que las plantas no perjudican tanto como los productos sintéticos, por lo que tienden a automedicarse con fitofármacos sin conocer sus efectos. Y todos los excesos son defectos. Los fitoproductos deberían dispensarse sólo en las oficinas de farmacia, como cualquier otro fármaco, donde estén controlados por un profesional sanitario que conozca sus efectos farmacológicos. El farmacéutico es el único especialistas que recibe formación en esta especialidad. Aunque los efectos adversos son menores y las interacciones se dan en dosis muy altas, hay que saber que están ahí”, señala Ortega.
Por lo tanto, es necesario un marco legal específico que regule la venta y aplicación de los fitoproductos, ya que existen muchas plantas medicinales de venta libre en España que se ofrecen en herbolarios “sin un prospecto, indicación terapéutica, información sobre dosis, efectos adversos o datos sobre su calidad. Los que se venden en la oficina de farmacia están respaldados científicamente”.
A este problema se une otro no menos importante: la falta de suficientes estudios clínicos que avalen la eficacia terapéutica de todos los fitofármacos. “Esto se debe, en gran parte, a que los fitofármacos no ofrecen a los laboratorios tantos ingresos como los que dan otros fármacos. En el momento en que los médicos empiecen a prescribir fitofármacos los laboratorios decidirán investigarlos y producirlos”.
Entre los países con gran tradición en el uso de las plantas medicinales se encuentran Alemania y Francia, y en otros como Rusia y China la mayor parte de los fármacos que se emplean son fitofármacos basados en medicina tradicional.